V Domingo de Cuaresma; Marzo 29, 2020
Paz y bien, el Evangelio de este domingo me recuerda una historia que quisiera compartir con ustedes.
Una serpiente mordió a un muchacho y murió. El veneno le quitó la vida y sus apenados padres llevaron su cuerpo al sacerdote y lo colocaron delante de él.
Los tres sentados alrededor de su cuerpo lloraron durante largo rato.
El padre se levantó, se inclinó sobre su hijo y con sus manos extendidas sobre los pies del niño dijo: durante toda mi vida no he trabajado por mi familia como era mi deber. Y el veneno abandonó los pies del muchacho.
La madre se levantó después y extendiendo sus manos sobre el corazón de su hijo dijo: durante toda mi vida no he amado a mi familia como era mi deber. Y el veneno abandonó el corazón del muchacho.
Finalmente se levantó el sacerdote y extendiendo sus manos sobre la cabeza del niño dijo: durante toda mi vida no he creído en las palabras que he predicado. Y el veneno abandonó la cabeza del muchacho.
El muchacho se levantó, los padres y el sacerdote se levantaron y hubo gran alegría en el pueblo aquel día.
Mis Amigos, el veneno en esta historia es símbolo del pecado. Reconocer y llorar nuestro pecado es arrojar el veneno y recuperar la vida. Y por eso es que la Cuaresma es tan importante para todos y cada uno de nosotros que profesamos esta nuestra Fe Católica. Cuaresma es esa oportunidad que se nos da de poder reconocer que somos pecadores y que el veneno del pecado nos mata pero que la misericordia de Dios nos revive.
El domingo pasado preguntábamos: ¿acaso no hay ningún ciego entre nosotros?
Hoy en este Quinto Domingo de Cuaresma nos preguntamos: ¿acaso no hay ningún muerto entre nosotros? La muerte que produce el pecado es tan verdadera como la que certifican los médicos. Por eso nosotros necesitamos acudir a la cita con el Señor de la vida, con Jesucristo el amigo de Lázaro, de Marta y de María y desde luego tu amigo también.
Padre Carlos Florez sirve como intermediario diocesano para los ministerios hispanos y portugueses en la Diócesis de Trenton y como vicario parroquial en la Parroquia San Bernabé, Bayville, New Jersey